Ángela dio una larga vuelta antes de dedicarse al bordado de arpilleras.

Se desempeñó toda su vida en labores administrativas, como secretaria y jefa de personal… hasta que hace un par de años dejó de trabajar y se vio en la encrucijada de ¿qué hago ahora?

Su marido, muralista, le entregó un primer diseño que ella decidió bordar, lo que la llevó a entrar a este espiral de puntadas sin fin. Siguió con esa dinámica de dibujo y bordado, hasta que decidió realizar íntegramente sus trabajos, apelando a sus ideas y decisiones de diseño y ejecución.

En este camino, entre algunos objetos olvidados que estaban en su casa, encontró una arpillera que ya había pasado por sus infantiles manos y esa fue la confirmación de que estaba en buena ruta.

Durante este tiempo, ha participado en ferias y exposiciones y también ha concursado con sus arpilleras con muy buenos resultados.